Se
podría decir que lo que más recuerdo de mi niñez y mi estancia en
Colombia, mi país natal, son mis abuelos, lo más curioso es que no
sé mucho de la vida de ellos.
Lo
único certero que puedo decir de ellos es que mi abuela es una
viejita encantadora, con ganas de trabajar en lo suyo, la peluquería,
Tiene el pelo rojo y sus ojos son marrones, tan marrones como la
tierra del campo, en ellos desprende un sentimiento de amor maternal
y una eterna paz. Siempre he pensado que fue eso lo que enamoró a mi
abuelo, pero la verdad es que no sé lo que mi abuela vio en mi
abuelo. Él es un hombre callado, con una cara seria, no sabes si
está contento, triste o emocionado, siempre tiene el mismo rotro.
De
pequeña, cuando me quedaba a dormir en casa de ellos, lo veía todas
las mañanas con un café en la mano y si frase típica: “un café
negro todas las mañanas siempre es bueno”. Apesar de que lo
aprecio bastante, nunca supe mucho de él, (sobretodo de él), sé
que fue un hombre honrado, porque es difícil lo que hizo en su día.
Me sorprendió cuando lo supe, lo comencé a mirar con otros ojos u
admiré (y lo admiro todavía) mucho, desde ese día comprendí
porque mi abuelo era como era.
Esta
historia se remonta a juventud de mi bisabuelo. Era un hombre rico,
de España y con mucho poder, el cual se enamoró locamente de mi
bisabuela, que por lo contrario era una simple campesina pobre, pero
como toda buena histroia de amor, se casaron y tuvieron cinco hijos,
uno de los cuales fue mi abuelo. Por lo que me han contado, mi abuelo
de niño era muy alegre, muy amiguero, salía a la calle a jugar con
los chicos del barrio, con sus amigos que se suponía que sería para
toda la vida, pero por lo contrario estos, cuando fueron creciendo,
adoptaron un estilo de mala vida, traficantes, drogadictos… Por
suerte mi abuelo fue sabio y se apartó de esas malas amistades. Fue
creciendo más y más hasta convertirse en un varoncito.
Por
desgracia mi bisabuelo engañó a su mujer (mi bisabuela) con una
amante que tenía hace tiempo, así que se fue de casa y ahora eran
pobres. Mi bisabuela apenas llegaba a fin de mes, hasta que un día
llegó al barrio alguien “importante” en su furgoneta negra por
allí. Todos los vecinos todas las madres y sus hijos, todos se
preguntaban qué era lo que esa gente buscaba en un barrio
como
aquel, no muy rico.
-
¡OYE TÚ! ¡CHICO! - gritó el hombre que iba conduciendo la
furgoneta. - ¿Sabes dónde viva Hugo Cáceres?-
-
¡SÍ!- respondió el chico – vive en la cincuenta y dos con la
cuarenta y tres.
Al
llegar a la casa de mi abuelo llamaron a la puerta con desespero.
-
¿Está Hugo Cáceres? - preguntó el hombre.
-
Sí, está usted hablando con él - respondió mi abuelo - ¿Qué es
lo que necesita?
-
Sabemos tus contactos, conoces a uno de los traficantes más
importantes del país. Queremos hacerte una propuesta. - le dijo
mientras abría el maletero del coche.
Me
imagino que mi abuelo supo enseguida cuál sería la porpuesta de
aquel hombre, y supongo que por un momento dudó de su decisión.
Estaban pasando una temporada económicamente mala, pero mi abuelo
tuvo el valor de negarse, de ser un hombre honrado, de no pertenecer
a esa minoría que todavía hoy marca a nuestro país como
tercermundista.
Eso
es todo lo que sé de mi abulo, supongo que después de eso, se
convirtió en el hombre que es ahora. Me imagino que se dio cuenta
que tenía amistades no muy buenas y debía andarse con ojo. La
verdad es que lo único que necesito saber – sí, no sé mucho de
mis abuelos – es que son personas honradas.
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